El relato perdido del Frente Amplio: anatomía de una derrota

Por Alonso Matías Pikaia

El 9,02% de Gonzalo Winter en las primarias oficialistas no fue solo una dura derrota electoral. Fue la confirmación de una derrota previa, larga y silenciosa, que comenzó mucho antes de la campaña: cuando el Frente Amplio dejó de construir su relato político, de sembrar símbolos y de articular una comunidad simbólica capaz de traducirse en apoyo social.

Este abandono es aún más grave considerando que el Frente Amplio lleva tres años siendo gobierno. Gobernar no es solo gestionar: exige sostener un proyecto político, mantener viva una identidad y comunicarla con coherencia y constancia. Gobernar exige relato, símbolos y comunidad. El Frente Amplio, al parecer, lo olvidó.

Cuando era una alianza de varios partidos y movimientos, con menos parlamentarios y alcaldes, el FA hacía más campañas, más gestos, más política simbólica. Construía un relato de renovación, frescura, creatividad e irreverencia que generaba conexión emocional con una base social que se sentía parte de algo más grande. Hoy, siendo partido y gobierno, parece haber extraviado esa estrategia de relato de largo plazo que explicaba su proyecto político y convocaba entusiasmo. Y la política, cuando no se comunica, se oxida.

Este vacío de relato se ha visto amplificado por la falta de liderazgos fuertes y con profundidad política dentro del Frente Amplio. Los ministros más potentes del gabinete no son precisamente del FA, y la primaria lo evidenció. Salvo Macarena Ripamonti y Tomás Vodanovic, que como alcaldes deben priorizar la gestión municipal por sobre la construcción de relato partidario, el FA carece de una dirección con densidad política capaz de articular un relato colectivo desde antes que se unificaran como partido, pero sobre todo a partir de ahí. Sin figuras que piensen y expliquen con claridad hacia dónde van, es difícil que un proyecto inspire.

A pesar de que Gonzalo Winter no tuvo una mala performance personal, el diseño de campaña fue equivocado. Al llegar el momento de activar a la comunidad, ya no había comunidad lista para activarse, y la campaña no logró suplir esa ausencia:

– Apostaron por lo racional, creyendo que las primarias se ganan con programas, olvidando que se ganan con liderazgo, emoción y vínculo.

– Aceptaron sin resignificar el frame de “continuidad” instalado por la derecha, enredándose en explicaciones defensivas en lugar de transformarlo en un relato de consolidación de cambios con nuevas energías.

– Una franja audiovisual y contenidos de redes sociales que no sorprendieron: intentos de humor que no cuajaron, refritos de clichés narrativos y un aire de improvisación disfrazada de frescura.

Las campañas no reemplazan el trabajo de construcción simbólica ni el posicionamiento político que se cultiva con constancia, menos aún cuando eres gobierno. Las piezas audiovisuales pueden corregirse, los errores pueden enmendarse, pero lo que no se improvisa en tres meses es una comunidad simbólica que sostenga y defienda un proyecto político.

El Frente Amplio perdió las primarias antes de que empezaran porque dejó de sembrar símbolos, de comunicar valores y de construir comunidad. Gobernar no puede ser excusa para dejar de cultivar el relato que le da sentido a estar en el poder.

En este escenario, el Comité Central extraordinario del Frente Amplio de la próxima semana será decisivo. Lo que puede salvar al FA es que ese espacio sea realmente un punto de inflexión:

a) Que haya un reordenamiento interno severo, con responsabilidades políticas que se asuman de verdad, no con cambios cosméticos de partidos chicos que simulan autocrítica para que todo siga igual.

b) Que sean capaces de construir un relato político sólido y a rediseñar una estrategia electoral que no los exponga a otra derrota estrepitosa.

Las elecciones parlamentarias están a la vuelta de la esquina. Si no hay un golpe de timón, la próxima derrota ya habrá comenzado, mucho antes de noviembre.

Por Alonso Matías Pikaia


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