Por José Miguel Romero
Cada año, el primer sábado de julio se celebra el Día Internacional de las Cooperativas, una fecha que nos invita a reconocer y valorar el profundo impacto que estas organizaciones generan en las comunidades: fomentan la inclusión, promueven el desarrollo sostenible y construyen un tejido social más justo y participativo.
Hoy, más de tres millones de cooperativas en todo el mundo —integradas por cerca de un 12% de la población global— dan vida a una economía distinta: una que no gira sólo en torno al lucro, sino también al bienestar común. Estas entidades autogestionadas no sólo ofrecen empleo a más de 700 millones de personas, sino que también movilizan recursos por más de 2,14 billones de dólares, generando soluciones que responden a las necesidades reales de la sociedad.
Entre sus principales aportes destaca uno clave para el futuro de nuestras comunidades: la inclusión y educación financiera. En territorios donde históricamente muchas personas han sido excluidas del sistema bancario tradicional, las cooperativas se convierten en puertas de acceso. Gracias a su modelo democrático, cercano y centrado en las personas, acercan instrumentos como el ahorro, el crédito o los seguros a realidades locales que los necesitan con urgencia.
Pero el aporte va más allá del acceso. Las cooperativas también enseñan a usar estos recursos de forma responsable, fortaleciendo la capacidad de sus miembros para planificar, decidir y construir una vida con mayor seguridad y autonomía. Así, empoderan a familias, reducen brechas y abren nuevas oportunidades donde antes había incertidumbre o desigualdad.
Este enfoque, profundamente humano y transformador, está en sintonía con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas: promueve trabajo decente, equidad de género, desarrollo local, seguridad alimentaria y una economía más resiliente ante las crisis.
En regiones como América Latina, donde menos del 50% de la población comprende conceptos financieros básicos —como la inflación, las tasas de interés o el endeudamiento responsable—, la labor educativa del cooperativismo se vuelve aún más crucial. En Chile, pese a los avances en acceso a productos financieros, todavía persisten importantes brechas por nivel socioeconómico, género o ubicación geográfica.
Desde Coonfia, sabemos que acortar esas distancias es posible, y estamos comprometidos con la construcción de una economía más equitativa, donde todas las personas tengan las herramientas y el conocimiento necesarios para tomar decisiones informadas y sostenibles. Es cierto que solo se avanza más rápido, pero en conjunto se llega más lejos.
Creemos que fortalecer el movimiento cooperativo no es sólo una opción estratégica: es una necesidad ética y social. En un contexto marcado por la informalidad, la desigualdad y la fragilidad de muchos hogares, las cooperativas son una respuesta concreta, real y eficaz.
Porque cada vez que una persona logra mejorar su calidad de vida gracias al acceso justo a un crédito, cada vez que una familia aprende a planificar su futuro, o que una comunidad se organiza para crear oportunidades donde antes había carencias, estamos demostrando que otra economía es posible. Una más humana, más colaborativa, más justa.
Sigamos construyéndola juntos.
Por José Miguel Romero
Gerente general de cooperativa Coonfia.
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